Parte del Programa de Iniciativas Culturales Juveniles (ICJ)

lunes, 18 de febrero de 2013

Selección poética de Javier Flores Letelier



"El silencio de los justos"

Para salvarnos de una muerte indigna
debiera ser ahora la última vez que te convenzo para hacer el amor 
con la exasperación de las palabras que llevan a dos personas a buscar sus rostros, 
me aconsejó con el cariño y la desesperación 
de un hijo agónico                                          
el sacerdote al que acudía para ver sus garras originar 
el resplandor reverberando en su mirada impenetrable
de traiciones y revoluciones negadas cada nueva centuria
en los golpes en los muros, 
en nuestras sienes cautivas en el pudor y la resignación 
de la rabiosa voz de la fe. 
Creímos en el poder del canto de los honestos 
redimiendo el frío cruel de las iglesias,                                 
que la fuerza de los pechos de los sepultados en el dolor del bien 
está en la voluntad de las armas de los pobres, 
escuchamos venir al océano mercante, el misterio del alimento de las ratas, 
la sotana que nos entregaba el cuerpo del crimen 
donde llorar a los seres queridos 
que aún nos hablan dolientes en las cruces de nuestro trabajo diario.                                                      

Esta tarde te veías confundida y soñolienta,                                                                                                   habías esperado en vano la noche de mi suicidio, 
el reencuentro con mi pronunciación aguardentosa 
y con esa agresiva mujer recorriendo los pasajes entre las lápidas 
que se parecía a tu madre, 
el amanecer luego de contarte el motivo 
por el que agacho la cabeza entre el vigor de tus dedos 
esperando ser arrebatado por los calabozos que insinúan 
en las avenidas mal nombradas  
las marcas humanas de los intentos de escape... 
Diez años atrás, cuando aún era algo más joven que tú 
y estaba frente a nosotros el silencio que llenar 
con baladas, sexo y nostalgia, las rutas letales hacia la libertad
para correr a abandonar los derroteros en las esquinas del agua de lluvia estancada 
en donde detrás del ardor de la conciencia dormida 
hablábamos en silencio de las amenazas de antiguos amigos
para no convertirnos en víctimas ni victimarios
en presencia de lo sagrado o derruido.

Diez años atrás cuando todo lo que tenías 
eran tus esculturas apiladas en una bodega                
demostrándote el arte contenido en los animales cansados, 
tus párpados amoratados después de llorar 
por la impotencia de no poder                                              
agarrar el mundo con tu vientre, sobre tu ombligo 
y hacerlo arder con tu pasión,                              
cuando mi piel era pálida y mi dorso ágil 
y mis pensamientos debían servir al principio que se esconde 
detrás de los objetos, a los objetos de la memoria 
que tienen su propio olor.

Diez años atrás, cuando me hablabas de tu padre desaparecido, 
exiliado por su cariño por el trabajo con la madera 
y por los espíritus 
que descansan en los puños heridos que persiguen las vetas. 
Cuando te hablaba mi padre, 
el castigo de la vergüenza bastarda,                                                   
la angustia de lo divino, la caída de los elementos,                                                                                       ese hombre sonriente, grave y sarcástico, 
músico frustrado, jugador reprimido                                                                                                               que preparó su juventud levantando durmientes abandonados 
de las estaciones de ferrocarriles; en ese entonces
te hubiera encontrado en mis vicios 
en el exilio de la infancia de la lírica cegadora de los barrios 
hablando sedienta de los gritos que escuchaste durante años 
a los que nadie quiso acudir.                             


Sigo protegiendo la tierra que fue negada por el miedo a las represalias,
las ideologías descartadas por el ansia de descubrir el nombre de la bestia. 
Los crucificados pronto nos dejarán sus semblantes desdentados 
esperando como luces en los palomares, 
la advertencia de los perros negros en la entrada de los templos
declamando sed y hambre sin aceptar la gracia ni el perdón. 


Deja que haga esa oración en donde nadie sobrevive la belleza del final, 
no sé si regresamos  tras quemarnos en la solidez incuestionable 
de los universos subterráneos, 
si somos el alimento posible o el susurro de la tiranía: 
desaparecemos noche a noche en la narrativa de nuestro siglo.
Veo las fieras atacar lo invisible
para luego agachar la cabeza y volver a sus rincones
impacientes por darle nombres y bailes nocturnos al deseo. 


Hay algo que envejeció en tu sonrisa
que delata la edad de tu ira
y los rasgos agazapados de tu ciudadanía
en donde se refleja la disputa de la sangre nueva 
entre el deber y la venganza. 

Siente mis brazos entre los cadáveres, no me mires si no quieres, 
recuerda que soy un hombre enfermo con los días contados... 
Estaré destruido en algún lugar del océano, en cualquier lugar 
donde mi rostro ya no tenga valor. 
Decidirás continuar buscando tus raíces... 


He construido mi propia miseria 
creo que me revela una luz que brilla en el cielo, 
pero aun así no puedo dejar de escuchar los gritos
de los fieles cuando encuentran los milagros 
en el castigo de las figuras envueltas en llamas;
la lealtad entre los esclavos; recuerda el amarillo de la piel, 
la serenidad después de que las heridas paraban de sangrar... 


La solidez natural de la carne de las manos 
será para los que cumplen el deber de enterrar con su propia fuerza 
a un amigo que fue su padre, 
el perdón y la rebelión ante los secretos que forjaron 
la forma de caminar, 
la sonrisa de quienes te pueden traicionar y robar la vida 
el dorado del iris enfermo, de la ternura y de la piedad; 
honra a tu madre, la fatiga de recordar tu nombre 
hasta la adultez de los cuervos que desprenden la carne de tu espalda. 


El sudor bendijo las frentes de los refugiados
entre el sonido grave del viento en las plantas.
Los dorsos gastados de las aves nocturnas
espiaban el mundo que pasaba ardiendo bajo sus garras, 
el fuego tras las visiones de las cruces negras en la oscuridad, 
el fuego levantado por las crías respirando la humedad encarnizada 
en las llagas de los compañeros entumecidos en el veneno de las polvaredas.


La esencia cálida del carbón en el viento 
tocó la frente del condenado antes del sonido de los disparos
rasgando la madera pálida 
de las habitaciones abandonadas donde el retrato del dictador 
infecta y enmudece a los que aún pueden correr por sus vidas. 
La sangre llenó la visión de la luz bajo cada roca, 
las alas imaginarias de los terrenos devastados, 
el ruedo del alma de las máquinas 
impregnadas con el olor de los alimentos descompuestos 
que las criaturas perseguidoras del sol de la frontera
cargan en sus consciencias.
La aurora del humo en el polvo se carboniza en mi vientre,
y los que han sobrevivido observan sus cicatrices 
como a imperios malditos que no desaparecerán,
la memoria es la mayor de las bestias;
el río y el color de mis venas, 
es lo que puedo ofrecerte para ser el padre de tus hijos, 
confiarte la historia de los sitios en los que pernocta el transeúnte rebelado,
su final, el final de sus pupilas violetas 
por el mundo de recuerdos reflejados,
derrotados y soñadores por la pérdida de sangre 
en su decisión de enfrentar a la justicia humana 
para entregar la descendencia del enigma de la voluntad propia,
los mitos que los guardianes de los límites enfrentan 
en los orígenes de sus causas cada vez que empuñan sus armas.
El viaje al destierro significa resistirse a negar los hechos
que las apariciones del camino relatan,
me acuerdo de sus ingenuas y verdaderas revelaciones 
cada vez que me alejo de la ciudad para adentrarme en la inocencia y la violencia
de su entendimiento, para buscar la tierra  
a la que llegaron los conquistadores perdidos 
en la niebla de las trazas de sus manos
destruyendo todo el nuevo mundo que abrían a su paso, 
violando a mujeres malheridas
intentando encontrar en los dibujos de sus ropas ultrajadas 
sus corazones cruzados por las mismas armas construidas
para proteger la dignidad de la fragilidad terrenal
de la memoria perpetua de las guerrillas bajo las tormentas... 





"Del frío de la fe"


la sangre en las fauces de la bestia
su memoria, el hambre de ver en la oscuridad
la caída del niño poeta y la creación del alma del criminal
en esta gran avenida iluminada
en la que los adolescentes y los viejos
sueñan su suerte cada nuevo siglo,

la niña pequeña concentrada en el sonido de los golpes
desde el otro lado de las almas de los muros
obligada a responder que es la mujer culpable de no albergar 
toda la violencia en su vientre como dicen las escrituras
y por no ser la agradecida superviviente para todas las jerarquías innombrables, 

el habitante de la frontera que juró destruir la ciudad con sus manos
si no volvía a ver a los espíritus de sus hijos
anunciar algo coherente que le pudiera dar de comer otra vez 
como lo hizo el pasado amor a la inmortalidad
con la posibilidad de no ser un cuerpo de la guerra
y la certeza de que ningún líder
poseyera la explosión de su muerte,  

las historias de los niños asesinos 
que recordaron la ira esencial 
del pacto obvio pero oculto del juego de sus hermanos 
y que fueron callados con el trabajo letal
de cavar las zanjas que separan y distribuyen el veneno de los pueblos 
se evocan para sentir la lejanía durante algunos minutos de paz.

los hombres solos en los portales de las iglesias cerradas
no esperando por el inicio de la vida 
toman lo que les pertenece.
se es más la ausencia
de los seres queridos:
contemplo el débil resplandor
y el filo del puñal, 
los objetos mundanos en la penumbra
son obvios y descifrables
habitables sin necesidad 
de la luz
quizás por el resto de los años. 




"Épica del invierno"

En la escena de mi muerte, hijo, están los secretos de la naturaleza.
Sacude tus cadenas incitando al caos en las demás celdas, alza la camisa ensangrentada.
No entres al misterio a través de la desolación, con el engaño de ser criaturas diurnas. 

Golpeen las tablas de los féretros del mundo extrañas esencias,
que el ángel despierte junto a los jóvenes hermanos marcados por las pestes.
No olviden el compromiso de la naturaleza lúgubre con la libertad de la conciencia humana,
al animal en el sendero aprendiendo su lenguaje de los gritos que lo atemorizan 
viendo pasar el mal que se aleja cruzando el cielo en el cuerpo de un ave, 
entregando su vida a la asfixia de la claridad en las verdades que lo encandilan.

Frotas el agua contra la herida
pero la hemorragia no cede en el sudor frío de los antiguos miedos, 
sin el consejo de la voz profunda en la noción erótica.  
Las mujeres golpeadas declaman, no podremos seguir viviendo sin justicia, 
los hombres perdidos les acarician el pelo pidiéndoles un lugar para pasar la noche, 
los caminos van abriendo caminos.




"El Mañana" 

Y si estuviera enfermo, ¿me cuidarías hasta mi muerte, amigo? 
y si nunca sanara, ¿verías mis ojos amarillos día tras día?, 
cuando tu mujer mire cansada por la ventana, 
me culparías de pasar demasiado tiempo con ella... 
¿Recuerdas quién era el fuerte? 
¿Recuerdas quién era el fuerte de los dos? 
Uno de nosotros tenía cierto temor que lo paralizaba, 
cierto temor que no recuerdo. 
Uno de los dos tenía cierto amor imposible, 
y ella fue a buscarme y lloró de desprecio, 
fue a buscarte para decir que se iba y que no la buscaras, 
partiría a un mundo en donde hay dinero fácil 
si es que aceptas las reglas del juego, 
si les das a todos lo que quieren 
y lloras con ellos en sus corazones cada vez que lo hagan, 
lloras de emoción como una artista en el escenario, 
bebes hasta despertar con la mente en blanco y odiando el pasado... 
Ese es el futuro inevitable, uno de los dos caerá antes 
y no importa si luchamos o no 
por encontrar la pasión de nuestras vidas, 
la encontramos de todas formas, fue fulminante mientras duró. 
Ese es el futuro inevitable, morir juntos como mártires, 
o morir armados y condenados por el mundo, 
como amigos del silencio traicionados por la espera del tiempo. 



"La Ira de Morfeo"
  

el recuerdo vital
de los cuadernos de dibujo y poesía
de la adolescencia,
el aliento alcohólico y cansado
en las calles interminables.


el frío de esta noche te matará
anuncia la luz del padre protector,
se revelan las aves nocturnas,
la ira de los cuerpos eternos.


el frío calcina mi carne en la cripta de los cristales
y en la caída de las almas
se funde en una sola sangre.

                       he despertado.





"Para recorrer la caverna"

Cuidamos del animal herido-
no habrá descendencia
después de que el pueblo sea tomado:
los niños que lloran de hambre
son matados uno a uno
por regla hasta antes del amanecer.

Ayudamos a la que tomamos por nuestra cría
a sentir en el sueño profundo
la respiración de las fieras que perecieron en el frío,
a entrever la ceniza en la tierra conquistada
por la que alguna vez llegó caminando descalzo hasta acá
con los pies cortados y gritando nombres.

Dejaremos los refugios
porque ya no tiene sentido agonizar lejos de los gritos de la gente;
y él – portavoz de los muertos, completo de su sangre-,
con confuso cariño reconocerá
a cada rostro de los seres de la inocencia, 
tendrá la razón para dar nueva vida y caer exigiéndola. 



Breve reseña 


Javier Flores Letelier (Chile, 1982). Es uno de los fundadores del Colectivo artístico cultural Río Negro, editor de la revista homónima y de la Revista de creación literaria La Ira de Morfeo.






Web: www.colectivorionegro.cl
www.revistalairademorfeo.net

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